LA BRÚJULA PERDIDA

LA BRÚJULA PERDIDA

 

 

        por Luciana Zollo

 

LA BRÚJULA PERDIDA

Mathias Enard, “Boussole”, Actes Sud, Arles, 2015

 

 “Boussole” (“Brújula”) de Mathias Enard, recibió en Francia el Premio Goncourt 2015. Es una novela sinfónica que mantiene su equilibrio gracias al bajo continuo del monólogo insomne y apasionado de su protagonista, Franz Ritter, un musicólogo vienés quien persigue los recuerdos y el sueño de un gran amor. 

 

Sin embargo, el nudo conceptual de la obra trasciende el tejido de la narración y es enunciado, al final, en el ultimo renglón de la dedicatoria: «al pueblo Sirio». Se trata de la sincera declaración de un amor que incluye a todos los amores ( por los viajes, por la música, por la poesía, por la mujer): es el amor por Oriente, una pasión entrañable y definitiva, que el autor no se esfuerza de explicar, sino transmite en cada página de la novela donde, como en un juego de cajas chinas, las historias nacen una de la otra, mientras los personajes se multiplican y se entrecruzan. En una sucesión de vuelos y digresiones a través del espacio y el tiempo, el motor de la escritura consiste, por un lado, en la búsqueda y la investigación (el studium) del pasadoy, por el otro, en un permanente anclaje en el presente ciego y doloroso de las relacione entre Europa y Oriente Medio. Los escenarios de las acciones y de los recuerdos son Viena («puerta de Oriente»), Estambul («ciudad abierta, una llaga en el mar, una falla donde la belleza se acumula, hasta casi no poder respirar»), y luego Palmyra, Alepo, Damasco, Teherán y otros lugares, especialmente ciudades, que marcan el casi invisible e indestructible nexo identitario que une Europa a Oriente.

El título hace referencia a la irresistible atracción – así como lo es la Meca para los musulmanes religiosos – que sintieron hacia esas regiones los denominados “orientalistas” europeos: viajeros, arqueólogos, espías, historiadores, poetas, músicos, soñadores. Desfilan en la novela nombres y retratos de personajes, conocidos y no tanto, cuyas vicisitudes, casi siempre audaces sino alocadas, construyeron un puente tendido en permanencia sobre las amenazas y las incomprensiones de la historia.

El mundo que la novela describe, añora, admira y también cuestiona es el mundo de quienes viajaron ( y se perdieron allí …) o también de quienes no viajaron nunca, pero soñaron con Oriente durante largos tiempos (entre ellos, Goethe y Victor Hugo). El Orientalismo es vivamente representado como una forma de humanismo, o sea de puesta en juego de la condición humana, con todos sus matices. Para el dramatismo de muchas de las historias relatadas una hipótesis de explicación posible es que la violencia colonial se reproduce, regenera y multiplica a si misma en el sinnúmero de formas violentas ( por mano tanto del Estado como de los individuos, de la sociedad como de la familia) que existen y perduran en las regiones que fueron colonias.

La brújula que guía al protagonista hacia la mujer amada y hacia el sentido mismo de la existencia es la misma que guía Europa en su eterna atracción hacia Oriente: se trata de la «búsqueda de si mismo en el otro». El denominado Oriente Medio, o Cercano, es una otredad hermana y semejante que nos refleja e interpela. La cuestión problemática es que desde hace demasiado tiempo Europa le está otorgando calidad de enemigo a una parte de si misma. Sería suficiente observar la historia de nuestra tradición cultural para reconocer que «siempre está el otro en nosotros»: es éste el principio constitutivo de la música, de la poesía y del arte europeos, así como de la esencia de sus pueblos.

En sus noches de lucida soledad, en su angustia de sensible humanista, Franz Ritter reflexiona acerca de la decisión de Occidente de declararle guerra a una parte de su propia identidad, renunciando a  hablar de Oriente de manera diferente y haciendo caer una pesada obscuridad sobre la riqueza de su cultura y sobre el legado de música, de mística, de letras y de humor que desde allí proviene